Un bloque de granito tallado

A menudo, si pones los grises de granito

bajo de una lupa, también encuentras-

cristales rosados de feldespato, puestos

al azar como pensamientos de tu amada.

Eso probablemente es la razón que ponemos

granito, sobre sus tumbas. Una vez, me

preguntaste, ¿cómo se siente el amor; cómo

sabe uno aún que este enamorado? Te dije,

amor no es un sentimiento- es un verbo

de la acción. Transitivo e intransitivo. El acto

de dar y permitir, todos los matices de colores

en el mundo. ¿Qué color es tu habitación en

la noche, cuando acuestas mientras pasar tus

manos como panadero por los pensamientos

de tu querida, imaginando la curva de su

espalda como tal ella sí o no, estuviera

acostada a tu lado? Cuando tu urgencia de

compartir este color sea más grande que

tu miedo de hacerlo, eso se llama, amor.

¿Qué color es tu sentido de desesperación,

cuando sacudes despierta a las 3am, en pánico

por algo pequeño que olvidaste ayer? Si dejas

tu querida poner una mano real o imaginaria

sobre tu corazón cuando exorcizas el color

de los dragones que andan en tus sueños,

eso también, es amor. Si ves los colores de

cada mañana renovada y suave, y ellos te

prometen de cada cosa que podrías hacer

con el regalo improbable de otro día de

buscar la tierra por lo imposible y lo libre-

y tu deseas compartir esa libertad con alguien

presente o ausente. Eso se llama amor.

El amor es el color de la insolencia de la

grama en su rebelde contra tu control, y es

también el color de oportunidades pérdidas

de decirle que ella importa a ti. Es el color

de cada coa que decimos sin palabras y

la crema antigua de la carta que nunca pudiste

tirar. Es el color del beneficio de la duda y

de segundas oportunidades cuando ella

se te había molestado. Es la flor que te regalas

a ti cuando el error fue tuyo. Es el hecho que aún

el ciego aprendería reconocer el color rojo, y

la posibilidad que azul de verdad no existe

sino es sólo reflejado. Es saber el poder del

artista- que blanco y negro son ausencia y

presencia de colores; que los grises son

complementarios. El Dios ni es tirano puro

ni fuerzo benévolo, y tampoco el diablo.

Eres parte de ambos, y tu querida, también.

Sólo conoces amor y sus secuaces cuando

permites el color para invadir a cada minuto,

y de vez en cuando, das el pincel a ella. Si

todavía no lo puedes hacer, empieces por

apreciar un bloque de granito tallado.

Con tiempo, llegarás eventualmente.