![]() InvulnerableA Story by Feliz cumpleaños![]() Dos artistas que ocupan mucho negro se enfrentan.![]()
Esa noche, no había dormido. El acto concreto de cerrar los ojos y descansar no lo había alcanzado, como si de un abismo profundo se tratara, ahogado por el eco de sus cavilaciones y una tristeza oceánica. Había regresado a la cama solo para perderse entre las sábanas, no para dormir de verdad.
El mejor momento de su vida, el color más enceguecedor en el cielo después del más oscuro, no lo estaba trayendo de vuelta. El afecto parasocial, el murmullo de las masas, el tumulto anhelante, no llegaba a él. Silenció su teléfono, ignorando los buenos deseos: la única notificación que le importaba no estaría ahí, aunque la persiguiera. Era otro fragmento roto de su personalidad torcida. Eso no iba a concretarse, y había razones para que no pudiera eclipsar un tornado como él. Ahora mismo, en contraste con dos años atrás, Ivan portaba un filtro monocromático. No era el ingenuo que se derretía bajo esa mirada inquisitiva. Había sido un solista con presencia escénica, y hasta hacía poco, solo un modelo. Tiempo atrás compartió escenarios con distintos artistas, bandas que se adherían a su imagen y estándar. Solo una vez lo habían desarmado, y todo su trabajo se había hecho pedazos en una rotación lunar. Cuando su éxito con Black Sorrow arrasó, su firma le pidió colaborar con Till, guitarrista y compositor con una voz poderosa que los fans describían como la última voz que querían escuchar antes de quedar sordos. Ivan lo había visto en la disquera antes de todo eso, quizás había escuchado sus canciones tiempo atrás y había sido todo. O eso quería creer, que su único éxito no tenía que ver con Till. Aun así, no fue alguien de carne y hueso hasta que la colaboración los hizo estrechar sus manos. Entonces, después de grabar Cure, su corazón fue completamente pisado, y en la farándula solo se habló de su falta de profesionalismo por su presentación inconclusa. No era tanto en Till, pero en su imagen perfecta, eso era un defecto imperdonable. El público habló de un colapso. De un mal momento. Pero lo que Ivan vivió fue disección interna, combustión instantánea. Cure no solo lo descompuso: lo expuso. A él y a sus sentimientos superficiales y no tan superficiales. Su flechazo, extenso y tendido. Era demasiado personal. Y Till, el artista forjado como acero, no flaqueó. No dijo nada. Ivan era vulnerable frente a alguien invulnerable. Desde entonces, sintió que la música lo había abandonado y no al revés. Así fue como aceptó trabajos como modelo. Campañas visuales, presentaciones mudas. Siguió apareciendo en revistas, editoriales, pantallas gigantes. Pero no cantó más. Hasta que se filtró un demo de su adolescencia. Nowhere. Sus fanes estaban eufóricos y querían su regreso. Y él, muy a su pesar, lo haría. Porque se lo pidieron. Porque tenía que enfrentar lo que seguía insistiendo que era superficial, aunque lo tuviera en cama, con un estadio lleno, sin poder dormir. Esa noche, frente a miles, se le convocaba en un recital nacional. Su regreso. Un regreso esperado, indeseado para él. La lista avanzó sin incidentes. Ivan cantó canciones nuevas, más sobrias, convenientes, acordes con su estilo. Llevaba los mismos botines, la misma chaqueta de cuero negra que hacía dos años; pero ahora le ajustaban distinto, otorgándole una madurez ajena para el público, como quien por fin decidía qué ocupar y no un estilista. Manejaba su presencia con precisión, pero temblaba por dentro. Cuando llegó Nowhere, el escenario se oscureció. En la introducción acústica, una figura entró desde el fondo con guitarra en mano. El corazón de Ivan cayó. El adolescente que había escrito esa canción habría llorado. Till. Ivan se congeló. Till se sentó en un banco al costado del escenario, parte del apoyo musical. Comenzó a tocar los acordes sin interrumpirlo. Fue una extensión silenciosa de la melodía. Ivan cantó. Y el público se desvaneció en éxtasis. Pensó que eso sería todo. Iba a bajar del escenario, sin certeza de nada. Pero un asistente corrió hacia Till, le dio un micrófono. Dos pedestales ya estaban ahí. El público bramó. Una emoción contenida demasiado tiempo por sus fanes. El staff lo sabía. Till lo sabía. Todos, menos Ivan. Allí, volviendo a fingir que era invulnerable como su compañero, su sonrisa flaqueó. Los primeros acordes de Cure tenían a platea y tribunas en completo silencio. Till se acercó al micrófono. Le sostuvo la mirada apenas un segundo. Todo era igual. Las emociones desoladoras seguían ahí. Pero, como se murmuraba, el vacío en sus ojos no estaba dirigido a Ivan. Él dejó de mirar a sus ojos y comenzó a mirar dentro de sí mismo. Y cantó. Esta vez, su voz no suplicaba. O sí. Pero ahora tenía cicatrices que no volverían a sangrar. La canción terminó. Sin cierre. Solo la ovación más limpia que Ivan había escuchado. Ivan siguió con lo que tenía planeado desde el comienzo, bajar y tirarse al sillón detrás del escenario. Till lo siguió, sus camerinos cuidadosamente seleccionados el uno al lado del otro. Se sentaron en el mismo sillón, no había espacio así que se tocaban. Ivan temblaba como un cachorro asustado, y eso le hizo sentir que no había cambiado nada. -¿Por qué ahora? - preguntó con voz ronca, sus uñas crispándose al borde del sillón. -Porque vendrías - respondió Till. Su expresión, siempre inquisitiva, irradiaba ahora algo nuevo. Ivan se dejó caer a su lado, hundiéndose en el sillón, arrastrando a Till en el proceso. No dijo nada. Solo se permitió ese mínimo contacto. Y entonces, inesperadamente, Till tomó el control. Pasó su brazo por los hombros de Ivan y tomó su rostro con su otra mano, acarició su mejilla. Ivan no se movió y eso pareció decepcionarlo. Luego apoyó su frente en el espacio del cuello de Ivan. Su toque era meticuloso, como si hubiera estado esperando ese momento mucho más tiempo del que quería admitir. Ivan quedó en shock, y luego se deshizo. Se desarmó por completo, de nuevo, sus manos temblorosas aferrándose a los hombros de Till, como si no supiera dónde estaba. -Esta vez - murmuró Till, apenas separándose, respirando en el cuello de Ivan -, creo que entiendo el hilo de tus canciones. Ivan no pudo hablar. Solo siguió abrazándolo con fuerza, sus corazones más cerca de lo que habían estado nunca y, por primera vez en años, no huyó. En el penthouse de Ivan, la madrugada llegó entre un montón de sábanas nuevas caídas y rayos de sol filtrándose por las persianas. Ivan se despertó envuelto en el olor de Till y en un ambiente doméstico que desconocía. Se giró y lo vio sentarse en la cama, despeinado y con el torso desnudo, buscando su polera. -¿Siempre luces así de...fatalmente atractivo en las mañanas? - llamó su atención Ivan, con la voz áspera. -Solo cuando despierto al lado de íconos caídos - contestó Till sin mirarlo, pero sonriendo. Ivan soltó una risa suave, cosquilleante. Le hacía gracia esta versión suya, la que podía sentirse tan aliviado de estar al lado de alguien que llevaba un collar de púas a todas partes. -Idiota. Till tomó una almohada y simuló dar un golpe. Ivan se la quitó, su mirada solicitando seriedad de nuevo, como si antes de pasar de página tuviera que decir una cosa más. -Pensé que nunca te afectó... Cure, yo, nada. -Porque huiste. No importaba qué tenía que decir si no querías estar ahí - suspiró Till. Ivan apretó los ojos y se dejó caer en la cama otra vez. -No sé si sé hacer esto. -Anoche parecías muy convencido. Ivan rió y terminó por lanzarle la almohada. Seguía viéndose más desarmado entre los dos, pero ver a Till con el delineado corrido era algo más lejos de lo que pensó que llegaría jamás, ni el que compuso a su lado, ni el chiquillo fanático que escribía demos inspirados en él. © 2025 Feliz cumpleañosAuthor's Note
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